Mostrando entradas con la etiqueta jazz-funk. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta jazz-funk. Mostrar todas las entradas

domingo, agosto 3

Baladas de jazz inmortales

Esta guía de audición sólo tiene sentido leída antes, durante o después de haber escuchado esto:

Escuchar (stream)

Descargar (download)

Lista de canciones (tracklist)

La reco comienza con la melancólica guitarra de Henri Crolla, al que inevitablemente comparaban en su época con el mítico Django Reinhardt, llegando a afirmar algunos que Crolla incluso lo superaba. Es una composición de 1929 grabada en 1955. Su minutaje (algo menos de 2 minutos) concuerda con su sencillez.

A continuación escuchamos al propio Reinhardt, acompañado al violín por su inseparable Stéphane Grappelli, en una grabación del año 1949, de bastante peor calidad que la de Henri Crolla, pese a que ambas canciones han sido remasterizadas digitalmente y los originales distan entre sí muy pocos años.

La grandilocuencia del combo Reinhardt-Grappelli contrasta con la mencionada sencillez de Crolla, aunque ambas composiciones tienen en común su tristeza y su belleza.

Sin dejar las antiguallas ni la melancolía, le toca el turno a la fantástica cantante austríaca Greta Keller, que grabó Goodbye To Summer en 1938. La taciturna voz de la Keller es un magnífico contrapunto para el vivaz ritmo de la música, con solos de trompeta (Bill Coleman) y clarinete (Joe Hayman).

Tras Goodbye To Summer vienen tres canciones seguidas que tienen en común el papel del trombón como instrumento solista y líder.

En primer lugar, la preciosa The Hour Of Parting (1947), en la que percibimos muy discretamente el saxo tenor de Don Byas por debajo del trombón de Tyree Glenn (trombonista de Louis Armstrong).

Después Le Piège, compuesta y tocada al piano por Claude Bolling. Este tema se extrae de un programa especial emitido por la TV francesa en 1961.

Y por último la exquisita The Soft Touch, de Henry Mancini, extraída de la banda sonora de Hatari! (1962).

El trombón se presenta en todas ellas como un instrumento solemne, cálido y capaz de imprimir una gran belleza a las baladas.

La orquesta con violines de Mancini es un anticipo de las que aparecen en las dos canciones siguientes, interpretadas, respectivamente, por Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald, quienes protagonizaron entre sí una famosa y enemistosa rivalidad. Hay quien opina que en el campo de las baladas Sassy ganaba de calle y quizá haya que conceder que su maestría y sus registros (especialmente los bajos) son tremendos. Si unimos a esto el que la Fitzgerald donde no tenía parangón era en el frenético bebop, puede que haya que reconocer la superioridad de la Vaughan en baladas como éstas, aunque la interpretación que hace Ella de But Not For Me de Gershwin es impecable.

La canción de Sassy tiene la ventaja adicional de contar con un precioso solo de saxo tenor por Zoot Sims.

Continuando en el terreno del easy listening orquestal, otro monstruo es John Barry, del que traemos Diamonds Are Forever (1971), que además de tener una hermosa melodía impresiona por la textura de las cuerdas y el xilófono.

No dejamos el cine, pues Thème De Liz, de Alain Goraguer, con otro xilófono, también es de una banda sonora (J’irai Cracher Sur Vos Tombes, 1959).

Y lo mismo le ocurre a Final Au Jardin d’Acclimatation (del film Un Témoin Dans La Ville, también de 1959). Aunque este tema se lo atribuimos a Barney Wilen por ser su compositor, él no lo interpreta (su saxofón no aparece en toda la canción, que consta de un hermosísimo piano y una breve trompeta al final).

Precisamente esa trompeta de Kenny Dorham (trompetista de Art Blakey) sirve de nexo para la siguiente composición: Lover Man, grabada por Joe Newman (miembro de la Count Basie Orchestra) en 1956.

Hasta ahora la recopilación ha dado un repaso ordenado a distintos instrumentos solistas: la guitarra, el trombón, las grandes voces femeninas, la trompeta… Quizá el más ilustre de los instrumentos de jazz sea el saxofón, elegante y sensual. Por eso lo hemos dejado para el final, con tres representantes de excepción.

El primero es Michel De Villers, un saxo alto que me recuerda a Sonny Criss, inundando todo el espacio con su sonora excelencia.
A continuación Lester Young, maestro de los tenores, tocando el clásico de Ira Gershwin I Can’t Get Started. Para mi gusto se podía haber ahorrado la floritura del final, que recuerda al rimbombante Sonny Stitt o al cursi Sonny Rollins, aunque sin llegar a ese nivel de autocomplacencia.

Por último, John Coltrane y su composición propia Naima. Coltrane no es un autor fácil para el público en general. Quizá esta balada sea uno de sus temas más asequibles y aun así rebosa carisma y personalidad.

La reco continúa con la harmónica de Toots Thielemans y después recoge otro violinista: Jean-Luc Ponty, que interpreta un tema de Duke Ellington (Satin Doll).

El tema de Thielemans es el de más honda tristeza de toda la recopilación, que súbitamente recupera la alegría con Satin Doll y después se dispara con los dos últimos temas: Los Conquistadores Chocolates (Johnny Hammond) y Fran Mig Till Dig (de la sueca Emma Nilsdotter, aunque remezclado por Markus Enochson).

Hammond es un hacha del jazz-funk. Este tema se extrae de su álbum Gears (1975) y es un derroche de ritmo y de imaginación. Puede que excesivo: hay un par de pasajes en los que el oyente cree seguir el hilo conductor del tema, pero éste vuelve a dispersarse y atrapar su esencia es como tratar de coger agua con las manos.

La última canción es un tema house capaz de resucitar a un muerto. Me fascina la generosa sucesión de solos de metales: trompeta, saxofón y trombón hasta tres veces seguidas y en este preciso orden cada una de ellas, totalizando 9 solos diferentes (aunque este orden tan procedimental sólo se aprecia con una escucha muy atenta, la verdad es que está ahí exactamente así, lo que nos hace dudar si el contrato de estos músicos no contemplaba el número y orden de sus intervenciones). Es sumamente didáctico escuchar tan seguidos estos tres instrumentos: realmente, si la reco hubiera sido una clase de música, éste sería el resumen.
Reconozco que el final es un poco forzado, sobre todo la transición entre los dos últimos temas, que requirió algo más que un calzador, pero normalmente me niego a hacer recopilaciones monocromáticas.

Lo que es innegable es que los primeros 15-17 temas son de una belleza inconmensurable.
Diciembre de 2005

domingo, mayo 4

Electrónica, ¿por qué no?

Esta guía de audición sólo tiene sentido leída antes, durante o después de haber escuchado esto:

Escuchar (stream)

Descargar (download)

Lista de canciones (tracklist)

El principio de esta reco es un bálsamo para los oídos: la tierna voz de France Gall, el amable acordeón de Gus Viseur, la misteriosa flauta de Bobby Jaspar y los prodigiosos saxofones de Don Byas y Joshua Redman. Entre estos dos últimos hay una larga pausa de 7 segundos totalmente premeditada. Aun tratándose de dos temas muy tranquilos, los estilos y épocas a los que corresponden distan un abismo entre sí, por eso lo más respetuoso era separarlos invitando a paladear el post-gusto del primero antes de entrar con el segundo.

El final de Cottage For Sale es el paradigma de cómo debe acabar una canción. Justo lo opuesto a las florituras de otros saxofonistas como Sonny Stitt, Sonny Rollins o el mismísimo Lester Young. Don Byas alcanza la excelencia por el camino de la sencillez y la sobriedad.

Joshua Redman es otro monstruo. Los registros lastimosos de su saxofón están llenos de matices. Parece increíble poder expresar tanto con un simple instrumento.

Redman abre la recopilación a las puertas de la modernidad. Il Neige es de 1966; Nuages, compuesta por Django Reinhardt, fue grabada en 1962; Flamingo, en la que Blossom Dearie toca el piano, data de 1956; y Cottage For Sale se grabó en 1952. En cambio, salta a la vista que We Had A Sister es posterior y, en efecto, Joshua Redman grabó ese disco (Wish) en 1993.

Tras Joshua Redman escuchamos a la inconfundible Sade, con la preciosa War Of Hearts. Su smooth jazz permite enlazar el siguiente corte: un temazo de jazz-funk a cargo de B Baker Chocolate Co. Bajos saltarines, sintetizadores… Nos encaminamos hacia el final vanguardista y abstracto de la recopilación.

Con Corduroy alcanzamos el clímax en cuanto a ritmo. Ahí la reco pega un frenazo en seco para introducir el exotismo de Martin Denny, Grundik & Slava, etc. A partir de entonces las texturas y los ritmos le ganan terreno a las melodías y un autor tras otro escapan todos hábilmente del etiquetado del crítico musical.

Ese final electrónico de mid-tempos heterodoxos probablemente sonará muy obsoleto dentro de unos años, pero ahora mismo parece más imaginativo y libre que otras tendencias cibernéticas más encorsetadas por rigurosos cánones como el house o el trance.

Por ejemplo, Ming & FS suelen hacer hip-hop y drum’n’bass, pero 80 Watt Parker no es catalogable ni como lo uno ni como lo otro. Bueno, lo mejor es oírlos, así que con esto termina el comentario a esta recopilación.
Febrero de 2006

lunes, abril 28

Acid-jazz y otras finas hierbas

Esta guía de audición sólo tiene sentido leída antes, durante o después de escuchar esto:

Escuchar (stream)

Descargar (download)

Lista de canciones (tracklist)

Extraña e irregular recopilación cuyos comienzos pueden despistar por completo al oyente.

Los temas 1 a 13 pueden suponer un viaje, riquísimo y variado, a lo largo de tendencias menguantes en intensidad y agresividad, pero conexas entre sí a través del hilo conductor que enseguida se revelará.

Los 3 últimos temas, en cambio, tienen propósitos conceptuales cuyo encaje para el oyente, como mínimo, resultará chocante.

Empezamos con el clásico de Judas Priest Breaking The Law, extraído de su octavo álbum llamado British Steel, de 1980. Se trata de la primera canción y el más popular single de uno de los discos de heavy-metal más vendidos de la época, con toda la afectación y teatralidad propias del género (la inclusión de sirenas de policía es patética). La evolución posterior del metal ha convertido en una inocente travesura adolescente lo que probablemente se concibió en su momento como una amenazante muestra de provocación y agresividad.

La versión que de este tema hizo Manolo Kabezabolo (Véndemelo) hace inevitable que quienes nos hemos hartado de oírlo esbocemos una sonrisa cada vez que escuchamos el original de la banda de Birmingham.
La duración de la canción (2:31), su letra subversiva y su estructura (sin virtuosos solos de guitarra intermedios y con una ingeniosa progresión de la batería antes del chorus to fade) la hacen apta para públicos punkies, lo que explica que suscitara el interés del Kabezabolo.

Lo más destacado del tema es su tremendamente pegadizo riff, repetido al principio de la canción, en su clímax intermedio (justo después de la redada policial) y en el chorus to fade.

Aprovechando el tirón de Judas Priest en cuanto a dureza y agresividad seguimos con un tema muy cañero a cargo de Pink Floyd: The Nile Song. Para mi gusto este tema es mucho más meritorio que el anterior. La batería de Nick Mason es sencillamente inconmensurable. El tema te hace vibrar de cabo a rabo. Es intenso, sucio y experimental, con una estructura peculiar y una instrumentación original imposible de catalogar. No es heavy (más bien sería hard rock), pero es más duro que el heavy y el paso del tiempo, por su alta dosis de creatividad, no le ha restado un ápice de interés. Esta música está por encima de cualquier moda. Hablamos de genios que se encuentran a años-luz de cualquier canon establecido o cliché comercial. The Nile Song pertenece al álbum More, en realidad una banda sonora, de 1969. Esta pieza tiene un enorme valor por sí sola, pero si además tenemos en cuenta la precoz época de la historia del rock en que vio la luz nos hacemos una idea de la auténtica dimensión de su significado.

El tercer tema también es de Pink Floyd, pero totalmente distinto del anterior. Cronológicamente se ubica justo a mitad de camino entre The Nile Song y Breaking The Law: 1975, año de publicación de Wish You Were Here, el álbum al que pertenece, dedicado a Syd Barrett, el genial miembro de Pink Floyd en su primerísima formación que apenas duró un par de discos y fue el principal culpable del psicodélico Piper At The Gates Of Dawn.

La progresiva Have A Cigar tiene un bajo saltarín y una chirriante guitarra de gusto funky. El grupo se muestra aquí permeable a las tendencias de la época (estamos en pleno corazón de los años ‘70), pero a la vez es muy palpable la impronta megalómana y psicodélica de la banda, con especial lucimiento esta vez del teclado y la guitarra.

El salto al siguiente tema (Jungle Strut, del James Taylor Quartet) se hace aprovechando el tirón funky de Have A Cigar. El ruido que se percibe entre ambos temas es original: ambos incluyen esa aspereza en sus respectivos fin y comienzo, lo cual fue un aliciente más para mezclarlos, aunque reconozco que el efecto es duro de digerir.

Se podría decir que ambas composiciones son muestras de funk-rock, aunque la canción de Pink Floyd es más heavy y la del James Taylor Quartet mucho más asequible y próxima a terrenos jazzísticos y poperos.
Wait A Minute es la primera canción de un álbum con el mismo nombre, editado en 1988. La verdad es que los James Taylor Quartet son un grupo fantástico y llega muy tarde su inclusión por primera vez en una recopilación mía. El sonido no es ochentero en absoluto, gracias a Dios (sabéis que nunca me canso de renegar de la musicalmente pésima era burguesa en que me tocó vivir durante la adolescencia, salvo honrosísimas excepciones, por supuesto).

El género musical que tocan los James Taylor Quartet es acid-jazz. Pues bien, la invención de este nombre se atribuye al famosísimo DJ Gilles Peterson, cofundador del sello Acid Jazz. Bajo el auspicio de ese sello se publicaron obras maravillosas por artistas como Mother Earth, Jamiroquai o los Brand New Heavies, que figuran un poco más adelante en esta misma recopilación.

Wait A Minute es pegadiza, bailable y preciosa. Me encanta su órgano hammond (¡a finales de los ochenta!) y la perfecta coordinación de todos sus músicos. El saxofonista es un mercenario que repite más adelante en los créditos de Paul Hardcastle: se trata de Philip Todd (Phil Todd en los créditos de Wait A Minute).
Hablando de saxofonistas, Gene Ammons es nuestro siguiente invitado. Este polémico personaje pasó largas temporadas en la cárcel por sus problemas con las drogas (entre 1958 y 1960 y después otra vez entre 1962 y 1969). Aquí ya estamos lidiando con jazz-funk del muy bueno. Desconozco quién es el organista, pero está a la altura de un Charles Kynard.

La inclusión de Jungle Strut a cargo de Gene Ammons justo después de Wait A Minute es un detalle de erudición: los James Taylor Quartet incluyen una versión del mismo tema en el propio álbum Wait A Minute.

Del jazz-funk al smooth jazz sólo hay un paso y ese paso bien puede ser Donald Byrd. Este trompetista lo fue de jazz puro en los años 50 y 60, bajo la corriente denominada hard bop, para luego corromperse por los terrenos de la fusión y el smooth jazz, que se caracteriza por las cajas de ritmos, los teclados y los coritos ñoños, es decir que sacrifica improvisación y carisma interpretativo a cambio de comercialidad y bailabilidad. De este modo, Donald Byrd pasó a ser rechazado por los fans del jazz más puro y a ser querido por los amantes del jazz-funk y la fusión.

Con el soul-funk de Never Stop (1991), de los Brand New Heavies la recopilación empieza a volverse claramente burguesa y comercial.

Con el siguiente tema parece que estuviéramos oyendo a Kenny G. o David Sanborn. Sin embargo, la sobreproducida Paradise Cove es obra de Paul Hardcastle, el mismo que a principios de los '80 tuvo un éxito extraordinario con la canción 19, que incluía pasajes hablados y versaba sobre la guerra del Vietnam. Aquí la identificación del empalagoso smooth jazz es total. A destacar el saxofonista mercenario Philip Todd, al que ya escuchamos con los James Taylor Quartet. A éste parece que le da lo mismo Juana que su hermana. Bueno, supongo que el chaval tendrá que comer.

El abuso de ritmos artificiales y teclados de Paul Hardcastle nos ha llevado a los paisajes sintéticos, ambientales y experimentales de Regrettable (Red Snapper), mezclada por Blue States y perteneciente al álbum Redone, de 2003. Este disco es una rareza porque en el mismo año 2003 se editan simultáneamente un álbum por Red Snapper llamado Red Snapper y un álbum de mezclas con las mismas canciones reconcebida cada una de ellas por un artista o DJ distinto. En este momento hay que destacar el carácter marcadamente londinense que ha tenido la recopilación hasta ahora: Pink Floyd, James Taylor, los Brand New Heavies, Paul Hardcastle y Red Snapper son todos de Londres (sólo Judas Priest son de Birmingham, como dijimos, y Ammons y Byrd son de USA: de Chicago y Detroit, respectivamente).

Tras ellos una dosis de ímpetu latino: Astor Piazzolla (Cité Tango) y Luciano Supervielle (Perfume). Ambos temas son electrónicos y el segundo de ellos mezclado por Campo (nombre artístico del uruguayo Juan Campodónico), pertenece al disco de mezclas del año 2003 Bajofondo Tango Club, en cuyos créditos figura el también uruguayo Jorge Drexler (coautor de la canción Perfume) a la guitarra acústica.

Los uruguayos están en racha, porque, mientras a Drexler le dieron el Oscar a la mejor canción original, a Bajofondo Tango Club le dieron el Grammy Latino al mejor álbum pop instrumental (que, curiosamente, no es ni pop ni instrumental).

En cuanto a Astor Piazzolla, es evidente que lo han mezclado, pues murió en 1992 a los 70 años de edad, cuando él era demasiado viejo para flirtear con la electrónica (aparte de que el disco The Tango Chill Out Experience del que se extrae es unos 10 años posterior al fallecimiento del artista).
Habiendo escuchado a Donald Byrd con su You & Music y a Piazzolla sería difícil apuntar alguna concomitancia entre ambos. Hemos de ir a París a buscarla: ambos fueron discípulos de Nadia Boulanger, una de las mejores profesoras de música del siglo XX (Piazzolla en 1954 y Byrd en 1963). Otros aventajados alumnos de la Boulanger fueron Quincy Jones, Philip Glass y Michel Legrand (culpable de la banda sonora de la película de James Bond de 1983 Nunca Digas Nunca Jamás, en uno de esos paréntesis del acaparador John Barry).

A continuación el tema Upward Bound Experience, de los barceloneses Stigmato Inc. Es una alternancia de downtempo y ritmos chill-out de gusto jazzístico bajo la narración de la vocalista Danna Leese, que nos conduce a través de esta experiencia relajante.

Para continuar recibiendo instrucciones o mensajes hablados sobre un fondo de música artificial traemos a Epsilon Minus con su Red Alert. El nombre del grupo me encanta, ya que evoca la novela Un mundo perfecto de Aldus Huxley (los epsilon minus eran en esa utopía los miembros menos inteligentes de entre todas las castas genéticas de aquella extraña sociedad). Red Alert se pasea entre el synth-pop y el IDM (Intelligent Dance Music) y pertenece al álbum del año 2004 Reinitialized, con colaboraciones de vocalistas femeninas de grupos como The Azoic o Distorted Reality.

Red Alert refleja los intentos de una máquina por que un humano no se eche novia y la alerta va pasando por distintos colores hasta llegar al rojo (novia inminente). Por supuesto, el ritmo progresivo acompaña perfectamente la creciente proximidad del riesgo en cuestión.

Con este cibernético alarde de vanguardismo tecnológico la recopilación llega a su fin. Ésta es la última de las 13 canciones de que consta su cuerpo principal.

¿Qué pasa entonces con las otras tres?

La primera es Pussy Cat, de Cy Coleman (cortesía de Ultra Lounge), que utilizo a modo de end titles: si la recopilación fuera una película, justo al empezar Pussy Cat habría un fundido en negro, aparecerían los créditos y, en el cine, la gente empezaría a ponerse de pie.
Es una exquisita pieza de light music en la que la placidez de las cuerdas contrasta con el marcado ritmo inicial de piano y contrabajo. Perfecta para hacer pensar al espectador en todo lo que acaba de presenciar.

La segunda supone un salto de la gran pantalla a la pequeña: Top Cat, el gato de aquellos inolvidables dibujos animados.

Y, por último, después de los dibujitos, los niños se van a la cama con el peculiar mensaje punk de Manolo Kabezabolo que supone el definitivo cerrojazo a la recopilación, eso sí, con cierta simetría si tenemos en cuenta la inevitable evocación del Véndemelo que suponía el Breaking The Law inicial.
Marzo de 2005

martes, abril 15

Corrupción progresiva

Esta guía de audición sólo tiene sentido leída antes, durante o después de haber escuchado esto:

Escuchar (stream)

Descargar (download)

Lista de canciones (tracklist)


David Rose compuso Gay Spirits en 1946. Este prolífico autor es el padre, entre muchas otras obras, de Bonanza, La Casa De La Pradera y The Stripper.

Gay Spirits ejemplifica a la perfección la música ligera y facilona de Rose, caracterizada por unos vientos que llevan la melodía como si fueran un coro y unos metales que hacen de simple acompañamiento percusionista. Poniendo bien el oído se aprecia perfectamente el muy distinto rol que juega cada sección.

Tras Gay Spirits escuchamos a Lalo Schifrin, que interpreta Murmurio, compuesta por Djalma Ferreira. Esta canción se extrae de Piano, Strings And Bossa Nova, de 1962, disco producido por Creed Taylor, fundador más tarde del sello CTI (Creed Taylor, Inc.), que tantas satisfacciones nos dio a los amantes del jazz-funk en los ’70. Schifrin es famoso por componer Misión Imposible, entre otras. Murmurio es un diálogo entre el piano de Schifrin y su sección de vientos, con una suave percusión brasileña de fondo.

Esta pieza casa bastante bien con la que le antecede debido únicamente a los violines, ya que el piano y la ausencia de metales son palpables diferencias con el tema de Rose. Tiene mucho más carácter (aquí no hay tanta mojigatería: Lalo aporrea el piano con firmeza y decisión), pero aun así guarda las formas y es una canción elegante y exquisita.

A continuación viene Mr. Kiss Kiss Bang Bang interpretada por Shirley Bassey. Con este tema de John Barry damos un paso más: tanto la orquesta como la vocalista son deliberadamente exageradas, como si la hipérbole fuera la única forma de expresividad. El papel se cumple a la perfección si tenemos en cuenta que todo se hace en loor de James Bond. Con esta canción de 1965 el dramatismo de la recopilación toca techo. Ahora la voz cantante la llevan, aparte de la vocalista, obviamente, los metales y la percusión, más capaces de impresionar que los vientos. El otro recurso en que se apoya Barry es el de subir y bajar bruscamente la intensidad, creando unos contrastes más llamativos aún. Puro exhibicionismo.
Y hablando de exhibicionismo, el tema The Stripper es lo más chabacano que uno se puede echar a la cara: cómico, desvergonzado, casi grosero. Hemos cruzado la línea: si la pomposidad de Barry quedaba al borde del abismo de lo hortera, con Joe Loss y Su Orquesta hemos caído de lleno en la más hilarante ordinariez. El tema se hizo mundialmente famoso por la película The Full Monty, de 1997, pero vio la luz como disco ya por 1962 y había sido compuesto incluso antes, en 1958, para un programa de televisión. Destaco dos notas de la canción: la primera es el hecho de que David Rose sea su compositor (¿qué quedó de la inocencia de Gay Spirits, la ñoña canción con la que se abre la recopilación?; viva la versatilidad); y la segunda, el papel de la batería (una batería en el sentido roquero de la palabra), que convive perfectamente con la orquesta y se pega unas parrafadas tremendas (si no, prestad atención a los últimos acordes del tema).

Luego tenemos el tema de la película They Call Me Mr. Tibbs, de 1970, en la que Sidney Poitier da vida a un detective que investiga el asesinato de una prostituta. La trama no es cómica y seguro que tampoco lo era la intención de Chaquito & His Band (¡joder, si es cómico hasta el nombre!), al grabar la canción. No, en serio. Ni el Chaquito éste ni Quincy Jones, responsable de la banda sonora, quisieron producir un tema risible. Estoy convencido. Pero el paso del tiempo hace estragos y lo que en una época es lo más in treinta años después te hace morir de risa.

Y si no que se lo digan a Juan Carlos Calderón. Éste pertenece a la saga de autores españoles de jazz-funk orquestal, junto a Alfonso Santisteban y el inconmensurable Augusto Algueró. Mafioso es un temazo que hoy puede resultar cómico, pero que sin duda es altamente meritorio.

Volviendo al tema de Chaquito, al margen de la sonrisa que nos haga esbozar su audición, es una maravilla: metales estridentes, órgano hammond, parece mentira que sea un tema sólo de 1970: esto es setentismo en su máximo apogeo.

Y el de Juan Carlos Calderón tiene una guitarra funkilona y un bajo saltarín apoteósicos. Es un tema riquísimo: órgano, percusión, coros, orquesta… hasta una mandolina, quizá con la misión de evocar el oscuro origen mediterráneo del protagonista de Mafioso. El talento de TVE al servicio de la moda (extranjera) imperante. ¿Franco no se dio cuenta de esto? La verdad es que el Generalísimo ya no estaba para muchos trotes.

Max Greger introduce la recopilación por el camino del rhythm'n'blues. Soul House, aparentemente compuesta por Lex Humphries, está magníficamente interpretada por esta big band europea, la mejor jamás formada según cuenta la leyenda. Greger era alemán y se rodeó de músicos de toda Europa con los que tenía que hablar en inglés, pues pocos de ellos sabían alemán, formando una big-band a la altura de las mejores de USA. La televisión pública, en este caso, también fue la mecenas de esta orquesta. Y es que esto daría para una tesis doctoral: papel de las televisiones públicas en los años 60 y 70 en el florecimiento de formaciones musicales de calidad.

Aunque lo parezca, Pure Cane (a cargo de Sugarman Three) no es un clásico de los setenta. Dicho técnicamente, no pertenece a la era funk sino a la oleada retro-funk de finales de los 90 y principios del 2000. Los dos temas siguientes se extraen de las recopilaciones del sello Blow Up, que se nutre de grabaciones sesenteras y setenteras de la BBC para radio y TV (volvemos al patrocinio público).

La predominancia del bajo en el último de los cortes me dio la idea de cambiar de tercio en la recopilación. Tras Teenage Chase metemos a The Clash y, como diría Alfonso Guerra, a esta recopilación ya no la conoce ni la madre que la parió.

Como resumen de los primeros diez temas podemos decir que la reco arranca en los años cuarenta desde premisas inocentes y orquestales (Rose); después mantiene la orquestalidad, pero su inocencia se va corrompiendo, pasando por varios estadios: vigor (Schifrin), exhibicionismo (Barry) e impudicia (Loss); a continuación la orquestalidad también se intoxica con la presencia de instrumentos ajenos (batería, bajo, guitarra, órgano…) y de tendencias contemporáneas (rhythm'n'blues, funk…) que terminan por excederla y hasta extinguirla.

La segunda mitad de la recopilación son otros diez temas.

La canción de The Clash The Guns Of Brixton es una de mis favoritas dentro de esa piedra angular que es el London Calling de 1979. Como curiosidad, es la única del álbum compuesta por Paul Simonon (a los de Columbia se les fue la olla y ponen en los créditos Paul Simon!!!). Es un reggae muy personal, con letras de confrontación social y una actitud claramente punk en el vocalista. Cuando el bajista es el autor de una canción se suele notar, y aquí ocurre esto.

De ahí pasamos a un reggae más puro, con los Mussington Brothers, que versionan el clásico de John Lennon Imagine. Estos caribeños son capaces de inundar de alegría hasta la mayor de las melancolías.

El reggae está emparentado con dos géneros musicales: el dub (por la parte más ambiental, lenta e instrumental) y el ska (por la parte más acelerada, bullanguera y radical). Los dos temas siguientes son de dub, ese estilo musical cuyo origen son las caras “B” de los singles de reggae. Para no resultar academicista, me limitaré a subrayar una sola característica del dub (inconfundible): que la voz humana sampleada se convierte en un instrumento más. Esto es fácil de apreciar en el tema de Fermín Muguruza.

No sé por qué los ambientes underground y radicales son tan proclives al reggae. Supongo que para esta gente Jamaica, Bob Marley, el Che Guevara y la marihuana están juntos en el mismo saco. El comienzo de ese maridaje lo tenemos en el punk (ya hemos visto cómo The Clash flirtearon con el reggae, y eso que The Guns Of Brixton puede ser uno de los exponentes más disimulados de ese flirteo).

Y en España tenemos a Fermín Muguruza (si me lee me mata, por lo de España). Al líder de Kortatu le encantan el reggae, el ska, el dub y The Clash. De hecho, ha versionado como mínimo dos temas del London Calling (Jimmy Jazz y la propia The Guns Of Brixton). La verdad es que no puedo más que alabarle el gusto. Además, el tío no es tonto: para mezclar su tema Urrun Dub se ha pillado al Mad Professor, que es una eminencia en la materia (y, bueno, decir que se lo ha pillado para que se lo mezcle, tratándose de un dub, es como decir que se lo ha pillado directamente para que se lo grabe).

Si hay otro monstruo del dub aparte de Mad Professor, de King Jammy y de King Tubby, ése es Lee 'Scratch' Perry. El tema Hole Of Death de Perry sigue al de Mad Professor y si pegan uno a continuación del otro no es de extrañar, pues ambos artistas son tan afines que llegaron a grabar juntos en una ocasión.
La siguiente canción es Kingdom Come, de Godflesh. Esto es dub maligno. La voz susurrante del cantante parece amenazar con la llegada del juicio final. Y todos los efectos dub van en la dirección de atormentar el ambiente.

A Godflesh les siguen Download (el que quiera hacer una búsqueda de este grupo con el Google lo lleva jodido). Download practican un downtempo minimalista y experimental, con abuso de la electrónica y guiños tanto al drum’n’bass como al dark ambient.

Amparado bajo la misma oscuridad fluye el drum’n’bass, ya evidente, de Happy Campers, con el tema No Mind. Atentos al cambio de Download a Happy Campers porque encontré unos acordes tan parecidos en ambas que parece que la mezcla está hecha en estudio.

E-Z Rollers (Synesthesia) le dan un poco de vidilla a la cosa. Su ritmo es más rápido y agresivo. Drum'n'bass radical (no para los fans de culto del jungle, pero sí para el público en general al que van dirigidas estas recos).

El tema de Plateau es intrigante y más experimental aún que los anteriores. Al final su ritmo se vuelve totalmente lineal y admite ser mezclado con un tema house.


En efecto, la última pista del disco es un tema clásico de jazz-house a cargo de Dennis Ferrer, uno de los grandes fichajes del sello Large. Palisade Park supone un alivio después de la fricción de Chateau Plateau. Volvemos a los orígenes: jazz-funk, hammond y una trompeta portentosa, la de Leron Thomas, que es un auténtico músico de jazz en activo que, al margen de estas colaboraciones discotequeras, se dedica a dar giras con su quinteto.

La segunda parte de la recopilación ha sido mucho más actual, electrónica y vanguardista. Comenzó de la mano del reggae, el punk y el dub, para ensombrecerse después con dark ambient, downtempo experimental y drum’n’bass, volviendo a mostrarnos la luz al salir del túnel con un tema de elegante y luminoso house al estilo más tradicional.

Al final, si sirve para algo esta recopilación, igual que todas, es para proclamar la grandeza de la música, su variedad y calidad, y descubrir los extraños compañeros de cama que puede uno encontrarse a lo largo del camino.
Octubre de 2004