lunes, abril 28

Acid-jazz y otras finas hierbas

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Lista de canciones (tracklist)

Extraña e irregular recopilación cuyos comienzos pueden despistar por completo al oyente.

Los temas 1 a 13 pueden suponer un viaje, riquísimo y variado, a lo largo de tendencias menguantes en intensidad y agresividad, pero conexas entre sí a través del hilo conductor que enseguida se revelará.

Los 3 últimos temas, en cambio, tienen propósitos conceptuales cuyo encaje para el oyente, como mínimo, resultará chocante.

Empezamos con el clásico de Judas Priest Breaking The Law, extraído de su octavo álbum llamado British Steel, de 1980. Se trata de la primera canción y el más popular single de uno de los discos de heavy-metal más vendidos de la época, con toda la afectación y teatralidad propias del género (la inclusión de sirenas de policía es patética). La evolución posterior del metal ha convertido en una inocente travesura adolescente lo que probablemente se concibió en su momento como una amenazante muestra de provocación y agresividad.

La versión que de este tema hizo Manolo Kabezabolo (Véndemelo) hace inevitable que quienes nos hemos hartado de oírlo esbocemos una sonrisa cada vez que escuchamos el original de la banda de Birmingham.
La duración de la canción (2:31), su letra subversiva y su estructura (sin virtuosos solos de guitarra intermedios y con una ingeniosa progresión de la batería antes del chorus to fade) la hacen apta para públicos punkies, lo que explica que suscitara el interés del Kabezabolo.

Lo más destacado del tema es su tremendamente pegadizo riff, repetido al principio de la canción, en su clímax intermedio (justo después de la redada policial) y en el chorus to fade.

Aprovechando el tirón de Judas Priest en cuanto a dureza y agresividad seguimos con un tema muy cañero a cargo de Pink Floyd: The Nile Song. Para mi gusto este tema es mucho más meritorio que el anterior. La batería de Nick Mason es sencillamente inconmensurable. El tema te hace vibrar de cabo a rabo. Es intenso, sucio y experimental, con una estructura peculiar y una instrumentación original imposible de catalogar. No es heavy (más bien sería hard rock), pero es más duro que el heavy y el paso del tiempo, por su alta dosis de creatividad, no le ha restado un ápice de interés. Esta música está por encima de cualquier moda. Hablamos de genios que se encuentran a años-luz de cualquier canon establecido o cliché comercial. The Nile Song pertenece al álbum More, en realidad una banda sonora, de 1969. Esta pieza tiene un enorme valor por sí sola, pero si además tenemos en cuenta la precoz época de la historia del rock en que vio la luz nos hacemos una idea de la auténtica dimensión de su significado.

El tercer tema también es de Pink Floyd, pero totalmente distinto del anterior. Cronológicamente se ubica justo a mitad de camino entre The Nile Song y Breaking The Law: 1975, año de publicación de Wish You Were Here, el álbum al que pertenece, dedicado a Syd Barrett, el genial miembro de Pink Floyd en su primerísima formación que apenas duró un par de discos y fue el principal culpable del psicodélico Piper At The Gates Of Dawn.

La progresiva Have A Cigar tiene un bajo saltarín y una chirriante guitarra de gusto funky. El grupo se muestra aquí permeable a las tendencias de la época (estamos en pleno corazón de los años ‘70), pero a la vez es muy palpable la impronta megalómana y psicodélica de la banda, con especial lucimiento esta vez del teclado y la guitarra.

El salto al siguiente tema (Jungle Strut, del James Taylor Quartet) se hace aprovechando el tirón funky de Have A Cigar. El ruido que se percibe entre ambos temas es original: ambos incluyen esa aspereza en sus respectivos fin y comienzo, lo cual fue un aliciente más para mezclarlos, aunque reconozco que el efecto es duro de digerir.

Se podría decir que ambas composiciones son muestras de funk-rock, aunque la canción de Pink Floyd es más heavy y la del James Taylor Quartet mucho más asequible y próxima a terrenos jazzísticos y poperos.
Wait A Minute es la primera canción de un álbum con el mismo nombre, editado en 1988. La verdad es que los James Taylor Quartet son un grupo fantástico y llega muy tarde su inclusión por primera vez en una recopilación mía. El sonido no es ochentero en absoluto, gracias a Dios (sabéis que nunca me canso de renegar de la musicalmente pésima era burguesa en que me tocó vivir durante la adolescencia, salvo honrosísimas excepciones, por supuesto).

El género musical que tocan los James Taylor Quartet es acid-jazz. Pues bien, la invención de este nombre se atribuye al famosísimo DJ Gilles Peterson, cofundador del sello Acid Jazz. Bajo el auspicio de ese sello se publicaron obras maravillosas por artistas como Mother Earth, Jamiroquai o los Brand New Heavies, que figuran un poco más adelante en esta misma recopilación.

Wait A Minute es pegadiza, bailable y preciosa. Me encanta su órgano hammond (¡a finales de los ochenta!) y la perfecta coordinación de todos sus músicos. El saxofonista es un mercenario que repite más adelante en los créditos de Paul Hardcastle: se trata de Philip Todd (Phil Todd en los créditos de Wait A Minute).
Hablando de saxofonistas, Gene Ammons es nuestro siguiente invitado. Este polémico personaje pasó largas temporadas en la cárcel por sus problemas con las drogas (entre 1958 y 1960 y después otra vez entre 1962 y 1969). Aquí ya estamos lidiando con jazz-funk del muy bueno. Desconozco quién es el organista, pero está a la altura de un Charles Kynard.

La inclusión de Jungle Strut a cargo de Gene Ammons justo después de Wait A Minute es un detalle de erudición: los James Taylor Quartet incluyen una versión del mismo tema en el propio álbum Wait A Minute.

Del jazz-funk al smooth jazz sólo hay un paso y ese paso bien puede ser Donald Byrd. Este trompetista lo fue de jazz puro en los años 50 y 60, bajo la corriente denominada hard bop, para luego corromperse por los terrenos de la fusión y el smooth jazz, que se caracteriza por las cajas de ritmos, los teclados y los coritos ñoños, es decir que sacrifica improvisación y carisma interpretativo a cambio de comercialidad y bailabilidad. De este modo, Donald Byrd pasó a ser rechazado por los fans del jazz más puro y a ser querido por los amantes del jazz-funk y la fusión.

Con el soul-funk de Never Stop (1991), de los Brand New Heavies la recopilación empieza a volverse claramente burguesa y comercial.

Con el siguiente tema parece que estuviéramos oyendo a Kenny G. o David Sanborn. Sin embargo, la sobreproducida Paradise Cove es obra de Paul Hardcastle, el mismo que a principios de los '80 tuvo un éxito extraordinario con la canción 19, que incluía pasajes hablados y versaba sobre la guerra del Vietnam. Aquí la identificación del empalagoso smooth jazz es total. A destacar el saxofonista mercenario Philip Todd, al que ya escuchamos con los James Taylor Quartet. A éste parece que le da lo mismo Juana que su hermana. Bueno, supongo que el chaval tendrá que comer.

El abuso de ritmos artificiales y teclados de Paul Hardcastle nos ha llevado a los paisajes sintéticos, ambientales y experimentales de Regrettable (Red Snapper), mezclada por Blue States y perteneciente al álbum Redone, de 2003. Este disco es una rareza porque en el mismo año 2003 se editan simultáneamente un álbum por Red Snapper llamado Red Snapper y un álbum de mezclas con las mismas canciones reconcebida cada una de ellas por un artista o DJ distinto. En este momento hay que destacar el carácter marcadamente londinense que ha tenido la recopilación hasta ahora: Pink Floyd, James Taylor, los Brand New Heavies, Paul Hardcastle y Red Snapper son todos de Londres (sólo Judas Priest son de Birmingham, como dijimos, y Ammons y Byrd son de USA: de Chicago y Detroit, respectivamente).

Tras ellos una dosis de ímpetu latino: Astor Piazzolla (Cité Tango) y Luciano Supervielle (Perfume). Ambos temas son electrónicos y el segundo de ellos mezclado por Campo (nombre artístico del uruguayo Juan Campodónico), pertenece al disco de mezclas del año 2003 Bajofondo Tango Club, en cuyos créditos figura el también uruguayo Jorge Drexler (coautor de la canción Perfume) a la guitarra acústica.

Los uruguayos están en racha, porque, mientras a Drexler le dieron el Oscar a la mejor canción original, a Bajofondo Tango Club le dieron el Grammy Latino al mejor álbum pop instrumental (que, curiosamente, no es ni pop ni instrumental).

En cuanto a Astor Piazzolla, es evidente que lo han mezclado, pues murió en 1992 a los 70 años de edad, cuando él era demasiado viejo para flirtear con la electrónica (aparte de que el disco The Tango Chill Out Experience del que se extrae es unos 10 años posterior al fallecimiento del artista).
Habiendo escuchado a Donald Byrd con su You & Music y a Piazzolla sería difícil apuntar alguna concomitancia entre ambos. Hemos de ir a París a buscarla: ambos fueron discípulos de Nadia Boulanger, una de las mejores profesoras de música del siglo XX (Piazzolla en 1954 y Byrd en 1963). Otros aventajados alumnos de la Boulanger fueron Quincy Jones, Philip Glass y Michel Legrand (culpable de la banda sonora de la película de James Bond de 1983 Nunca Digas Nunca Jamás, en uno de esos paréntesis del acaparador John Barry).

A continuación el tema Upward Bound Experience, de los barceloneses Stigmato Inc. Es una alternancia de downtempo y ritmos chill-out de gusto jazzístico bajo la narración de la vocalista Danna Leese, que nos conduce a través de esta experiencia relajante.

Para continuar recibiendo instrucciones o mensajes hablados sobre un fondo de música artificial traemos a Epsilon Minus con su Red Alert. El nombre del grupo me encanta, ya que evoca la novela Un mundo perfecto de Aldus Huxley (los epsilon minus eran en esa utopía los miembros menos inteligentes de entre todas las castas genéticas de aquella extraña sociedad). Red Alert se pasea entre el synth-pop y el IDM (Intelligent Dance Music) y pertenece al álbum del año 2004 Reinitialized, con colaboraciones de vocalistas femeninas de grupos como The Azoic o Distorted Reality.

Red Alert refleja los intentos de una máquina por que un humano no se eche novia y la alerta va pasando por distintos colores hasta llegar al rojo (novia inminente). Por supuesto, el ritmo progresivo acompaña perfectamente la creciente proximidad del riesgo en cuestión.

Con este cibernético alarde de vanguardismo tecnológico la recopilación llega a su fin. Ésta es la última de las 13 canciones de que consta su cuerpo principal.

¿Qué pasa entonces con las otras tres?

La primera es Pussy Cat, de Cy Coleman (cortesía de Ultra Lounge), que utilizo a modo de end titles: si la recopilación fuera una película, justo al empezar Pussy Cat habría un fundido en negro, aparecerían los créditos y, en el cine, la gente empezaría a ponerse de pie.
Es una exquisita pieza de light music en la que la placidez de las cuerdas contrasta con el marcado ritmo inicial de piano y contrabajo. Perfecta para hacer pensar al espectador en todo lo que acaba de presenciar.

La segunda supone un salto de la gran pantalla a la pequeña: Top Cat, el gato de aquellos inolvidables dibujos animados.

Y, por último, después de los dibujitos, los niños se van a la cama con el peculiar mensaje punk de Manolo Kabezabolo que supone el definitivo cerrojazo a la recopilación, eso sí, con cierta simetría si tenemos en cuenta la inevitable evocación del Véndemelo que suponía el Breaking The Law inicial.
Marzo de 2005

sábado, abril 26

Amor inocente y puro

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Lista de canciones (tracklist)
Esta reco bien podría ser un homenaje a los años 50. De esa gloriosa década datan las siguientes grabaciones: Gus Viseur (1955), Henri Crolla (1956), Tal Farlow (1952), Jimmy Smith (1958), Jackie McLean (1955), Mary Lou Williams (1954) y Thelonious Monk (1951), es decir prácticamente la mitad de los temas de la reco.

Ahora bien, ya que hablamos de cronología, la distribución de las canciones es muy curiosa desde ese punto de vista, ya que los comienzos son justo del ecuador del siglo XX, después hay un paréntesis finisecular (acariciando incluso los albores del siglo XXI) y hasta electrónico, y al final caemos en picado en una visión retrospectiva que nos traslada hasta los años 30.

Precisamente que esa marcha atrás no resulte forzada es uno de los méritos de la recopilación.

Para ello se han tenido que hilvanar perfectamente texturas, ritmos e instrumentaciones, transición a transición, con el objeto de alcanzar una cohesión total y una línea argumental totalmente definida.

Para empezar, todos los temas son instrumentales menos las dos joyas de los años treinta que sirven de colofón a la recopilación (únicamente en Bright Nights, de Koop, hay algunos coritos).

Los cuatro primeros temas tienen un claro predominio de la guitarra: Boulou Ferré (junto al acordeón de Gus Viseur), Henri Crolla, Tal Farlow y Kenny Burrell (junto al órgano de Jimmy Smith).

Precisamente el órgano de Jimmy Smith nos permite coquetear con la electrónica (downtempo) en los temas 5 (Koop, 2002) y 6 (Fila Brazillia, 1999).

Y de ahí pasamos a tres temas contemporáneos del sello ECM: Sclavis (tema 7, grabado en 2005 y editado en 2007), Garbarek (tema 8, grabado en 2003 y editado en 2004) y Motian (tema 9, grabado en 2004 y editado en 2006).

Las tres grabaciones cuentan con saxofones como hilo conductor (los metales continuarán con Marshall Brown –pista 10- y Jackie McLean –pista 11-) y las dos primeras tienen teclados (continuación de los temas de Koop y Fila Brazillia). Paul Motian es, por tanto, de los tres artistas de ECM aquí representados, el de corte más tradicional (no en vano Goodbye Pork Pie Hat es una composición de Charles Mingus), lo que lo convierte en el nexo perfecto entre temas contemporáneos y temas cincuenteros (realmente la pista de Marshall Brown es de 1965, lo que encaja mejor si cabe en esa dulce retrospectiva).

El siguiente bloque está dominado por el piano. Jackie McLean toca el saxofón (que es primordialmente lo que venimos de escuchar) acompañado por Mal Waldron. A partir de ahí dejamos de lado los metales y nos recreamos con pequeños tríos de jazz de piano, bajo y batería (Erroll Garner, Mary Lou Williams y Thelonious Monk, éste último acompañado nada menos que por Art Blakey a las escobillas).

Estos tres pianistas son unos monstruos. Especialmente Garner y Monk tienen una forma personalísima de tocar. (Como curiosidad mencionaremos que Erroll Garner fue totalmente autodidacta y no sabía leer una partitura, por lo que siempre tocaba de memoria).

Aunque el clarinetista Benny Goodman es más conocido por su orquesta, aquí lo traemos en un trío (del que Gene Krupa era el batería) para seguir con los pianos (el intro lo hace el teclista en solitario). Como novedad se incorpora una voz femenina: la dulce Helen Ward, que da paso a otro tema de Gene Krupa, esta vez sí orquestal (big band, swing) y con Irene Daye a la voz.

Too Good To Be True es una balada deliciosa y Never Felt Better, Never Had Less también resulta encantadora por el mensaje sencillo, aunque ciertamente utópico, que lanza: no necesito dinero, con el amor soy feliz, viene a decir. Por cierto, Daye es también autora de la letra.

Por supuesto, no sólo se han tenido en cuenta los instrumentos a la hora de ordenar los temas. Desde el punto de vista emocional, la reco empieza con un melancólico acordeón parisino, que resulta más onírico aún gracias al xilófono que lo acompaña (el xilófono aparece en más cortes: el mismísimo Red Norvo toca en el tema de Tal Farlow). Esa sencilla melancolía se va sofisticando y complicando hasta convertirse en una taciturna solemnidad cuyo clímax puede situarse indistintamente en la bellísima tristeza de Jan Garbarek (vaya diálogo entabla su saxo soprano con la viola de Kim Kashkashian) o en el lúgubre (casi fúnebre) trombón de válvulas de Marshall Brown.

Después, en cambio, cuando los pianos prescinden de los metales, progresivamente se recupera la sencillez y se eleva el ánimo, alcanzando un segundo clímax con los dos temas vocales, esta vez en un cenit de festivo candor.

Por último, si el arpa es un instrumento a mitad de camino entre la guitarra y el piano, hay dos artistas en esta recopilación que no tocan el arpa pero se acercan: me refiero a la guitarra de Tal Farlow (el fragmento con uña) y al piano de Erroll Garner (de quien se llegó a decir que tocaba el piano como una guitarra). Ambos resultan angelicales pero sin mojigatería, lo cual es difícil porque, en cualesquiera otras manos, la ternura con la que juegan podría haberse tornado en una ñoña caricatura de la pureza de intenciones que reflejan.
Diciembre de 2006

domingo, abril 20

Una bonita selección de standards

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Lista de canciones (tracklist)

Tras varias recopilaciones variopintas ésta es casi un monográfico: jazz amable, elegante y bastante antiguo. Los 8 primeros temas son clásicos inmortales y los 5 últimos tienen más influencias del funk, el soul y el rock.

En cuanto a compositores, Cole Porter está presente con las dos versiones de I’ve Got You Under My Skin y la pícara Always True To You In My Fashion; los hermanos Gershwin aparecen con Let’s Call The Whole Thing Off; y Arthur Johnston & Sam Coslow (juntos) nos regalan dos temazos: My Old Flame y Cocktails For Two.

Porter y los Gershwin no necesitan presentación. De Johnston y Coslow sí podemos destacar que fueron unos monstruos de los años ’30 (Johnston es el culpable, por ejemplo, de la música de Candilejas de Charlie Chaplin).

A nivel de intérpretes, el cartel de la reco es sublime: Ella Fitzgerald & Louis Armstrong, Dizzy Gillespie (tres apariciones), Dinah Washington, Blossom Dearie y el genial dúo formado por el guitarrista Herb Ellis y el saxo tenor y clarinetista Jimmy Giuffre (dos apariciones extraídas de su álbum en común editado por Verve en 1959).

Finalmente, como productor, un nombre: Creed Taylor, al que se deben los temas 9 a 12, publicados bajo su sello CTI (Creed Taylor, Inc.). Por cierto, Creed Taylor es un ex de Verve.

Hechas las presentaciones, adentrémonos un poco en el contenido del CD.

El talento de Gillespie para las baladas es extraordinario: asombra cómo puede concentrarse tanta belleza en apenas dos minutos (sólo una de las tres canciones suyas incluidas en esta reco excede de tres minutos de duración).

De las presentes en esta reco, Cocktails For Two es mi favorita. Se trata de un temazo sobrecogedoramente bello, hasta el punto de que las palabras carecen de valor para describir la emoción que produce su audición. Es un diálogo entre la penetrante trompeta de Dizzy y el saxo tenor de Don Byas, que le sirve de contrapunto meloso. Son fascinantes los silencios del resto de instrumentos dejando hablar al maestro. Junto a esas pausas dramáticas es destacable el control del ritmo, variable al capricho del dios de la trompeta como un velero de papel en manos del viento.

(Byas, estadounidense, se fue pronto a vivir a Europa, a países como Francia, Holanda y Dinamarca, lo que explica que no haya pasado al Olimpo de los Más Grandes Músicos de Jazz de todos los tiempos. Pero su talento es indiscutido. Su colaboración con Dizzy en esta grabación de Cocktails For Two no es casual: los tres temas de Gillespie recopilados aquí fueron grabados en el Teatro de los Campos Elíseos de París entre 1952 y 1953 y el trompetista, en sus frecuentes visitas a la capital gala, tiraba, con buen criterio, siempre que podía, de músicos americanos afincados en París o que se encontrasen en ese momento de gira por Europa).

Inmediatamente por debajo del maestro, debo reconocer el trabajo de Herb Ellis y Jimmy Giuffre, que se reencontraron en 1959 después de haber tocado juntos muchos años atrás, según nos cuenta Verve en este cotizado CD de sólo 6.500 copias de tirada.
La guitarra de Ellis es cálida y suave y su combinación con el resto de instrumentos resulta muy placentera y reconfortante. El líder es el guitarrista: los demás, claramente, le acompañan. El omnipresente Herb Ellis, curiosamente, también tocó con Blossom Dearie y con el dúo Fitzgerald-Armstrong, bajo el auspicio de Verve. Todo queda en casa.

Dinah Washington fue una intérprete muy criticada en su época en los círculos jazzísticos por su peculiar forma de cantar, con perfectas y exageradas vocalizaciones, casi más hablando que cantando. Su hit más famoso fue What A Diff’rence A Day Made. En esta ocasión tiene la mala suerte de cantar I’ve Got You Under My Skin junto a tres trompetistas fantásticos que le hacen sombra (cuando terminan los tres solos consecutivos el público rompe a aplaudir espontáneamente sin reparar en que la Washington ha empezado a cantar otra vez). Para mí las trompetas también son lo más destacado de este tema (este trío de trompetistas fue muy célebre en su época: Clark Terry, Maynard Ferguson y Clifford Brown).

Como juego de palabras me he permitido abrir esta reco con I’ve Got You Under My Skin y cerrarla con un tema de The Coasters (Poison Ivy, 1959) en cuya letra se dice she’ll really do you in if you let her get under your skin. La primera canción es la confesión de un gran amor; la última, la advertencia del daño que te puede hacer. Como curiosidad, Poison Ivy es el nombre de guerra de la guitarrista del grupo de psychobilly The Cramps.

Obligado es hacer mención de Blossom Dearie, con su inconfundible, candorosa y cómica voz, que le viene como anillo al dedo al irónico tema de Cole Porter Always True To You In My Fashion. La falsa inocencia de la Dearie plasma a la perfección, al compás de una marimba saltarina, las sutilezas de Porter sobre la (in)fidelidad en un ambiente snob.

Para cerrar los comentarios a la parte más antigua de la recopilación hay que alabar el mítico dúo Fitzgerald-Armstrong. Let’s Call The Whole Thing Off (Gershwin) es simpatiquísima, y qué decir del carisma de sus intérpretes.

Cambiando de tercio, casi todos los temas de soul-jazz de CTI pecan de un largo minutaje y los traídos aquí no son una excepción.

Comencemos por Pieces Of Dreams, de Stanley Turrentine (saxo tenor). Es un tema de 1973 en cuyos créditos figuran nada menos que Bob James e Idris Muhammad. La estructura de esta canción es simple: una bella melodía al principio y al final, y en medio minutos y minutos de desparrame a cargo de insaciables virtuosos que se van pasando la pelota con respeto y autocomplacencia. La melodía es entrañable. Gillespie habría hecho de ella un baladón de dos minutos y medio, en vez de un muermo de casi 8 minutos.

Lo mismo puede decirse de It’s Too Late, de Johnny Hammond, de 1971, sólo que ésta dura casi 11 minutos. El órgano de Hammond es una maravilla y en este tema Creed Taylor echa a pelear a dos saxofonistas: Hank Crawford (alto) y Grover Washington Jr. (tenor). En mi modesta opinión, es más inspirado el saxo alto (Crawford), que es el primero en intervenir. El tema también tiene solos de guitarra y de órgano (por tiempo no será). Son músicos muy brillantes, eso no lo duda nadie, pero el tema es un exceso redundante. Como curiosidad hay que decir que It’s Too Late la compuso Carole King.

La canción número 11 de la recopilación es Little Baby, compuesta e interpretada por Patti Austin en 1977. La bien dotada voz de la Austin llena de frescura este tema, que se hace mucho menos pesado que los anteriores. Dura sólo cuatro minutos y su exhibicionismo virtuosista se reduce a un solo de saxo tenor por parte de Michael Brecker. CTI fue una gran fábrica de discos y una especie de club de mercenarios: por ejemplo, el guitarrista Eric Gale tripite en esta recopilación (aparece en las canciones 9, 10 y 11 que acabamos de comentar, todas ellas de CTI).

El repaso al sello de Creed Taylor lo terminamos con una pieza de latin-jazz: la exótica, frenética y pegadiza Pastime Paradise. Aquí hay que quitarse el sombrero: Charlie Palmieri al piano (qué piano más latino), Ray Barretto a las congas y Tito Puente a los timbales. A ver quién es capaz de no mover algún músculo mientras oye esta canción. La percusión latina de Barretto y Puente es una gozada en sí misma cuando se lucen en sus interminables solos, pero también es un aderezo exquisito que hace mucho más sabrosos los solos de otros músicos como el guitarrista (John Tropea) y el saxofonista (Joe Farrell). El vocalista queda ensombrecido por tamaño ejército de virtuosos, pero hay que dar su nombre (Willy Torres) para que nadie piense que es Barretto el que canta. El gran público recordará la melodía por su inclusión en la banda sonora de Mentes Peligrosas (con Michelle Pfeiffer, 1995), en la que Coolio interpretaba este tema metamorfoseado en Gangsta’s Paradise. Lo que menos gente sabe es que el tema original fue compuesto por Stevie Wonder.

Para romper con tanta sofisticación y sobreproducción (es decir exceso de celo en la producción), cerramos la recopilación con un tema de doo wop: Poison Ivy, un poco de sonido sucio y sencillo a cargo de los Coasters.
Esta recopilación es menos sorprendente que otras por su falta de variedad, pero los artistas y compositores incluidos en ella son genios que es preciso conocer y resulta muy agradable disfrutar con su audición.
Diciembre de 2004

martes, abril 15

Corrupción progresiva

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Lista de canciones (tracklist)


David Rose compuso Gay Spirits en 1946. Este prolífico autor es el padre, entre muchas otras obras, de Bonanza, La Casa De La Pradera y The Stripper.

Gay Spirits ejemplifica a la perfección la música ligera y facilona de Rose, caracterizada por unos vientos que llevan la melodía como si fueran un coro y unos metales que hacen de simple acompañamiento percusionista. Poniendo bien el oído se aprecia perfectamente el muy distinto rol que juega cada sección.

Tras Gay Spirits escuchamos a Lalo Schifrin, que interpreta Murmurio, compuesta por Djalma Ferreira. Esta canción se extrae de Piano, Strings And Bossa Nova, de 1962, disco producido por Creed Taylor, fundador más tarde del sello CTI (Creed Taylor, Inc.), que tantas satisfacciones nos dio a los amantes del jazz-funk en los ’70. Schifrin es famoso por componer Misión Imposible, entre otras. Murmurio es un diálogo entre el piano de Schifrin y su sección de vientos, con una suave percusión brasileña de fondo.

Esta pieza casa bastante bien con la que le antecede debido únicamente a los violines, ya que el piano y la ausencia de metales son palpables diferencias con el tema de Rose. Tiene mucho más carácter (aquí no hay tanta mojigatería: Lalo aporrea el piano con firmeza y decisión), pero aun así guarda las formas y es una canción elegante y exquisita.

A continuación viene Mr. Kiss Kiss Bang Bang interpretada por Shirley Bassey. Con este tema de John Barry damos un paso más: tanto la orquesta como la vocalista son deliberadamente exageradas, como si la hipérbole fuera la única forma de expresividad. El papel se cumple a la perfección si tenemos en cuenta que todo se hace en loor de James Bond. Con esta canción de 1965 el dramatismo de la recopilación toca techo. Ahora la voz cantante la llevan, aparte de la vocalista, obviamente, los metales y la percusión, más capaces de impresionar que los vientos. El otro recurso en que se apoya Barry es el de subir y bajar bruscamente la intensidad, creando unos contrastes más llamativos aún. Puro exhibicionismo.
Y hablando de exhibicionismo, el tema The Stripper es lo más chabacano que uno se puede echar a la cara: cómico, desvergonzado, casi grosero. Hemos cruzado la línea: si la pomposidad de Barry quedaba al borde del abismo de lo hortera, con Joe Loss y Su Orquesta hemos caído de lleno en la más hilarante ordinariez. El tema se hizo mundialmente famoso por la película The Full Monty, de 1997, pero vio la luz como disco ya por 1962 y había sido compuesto incluso antes, en 1958, para un programa de televisión. Destaco dos notas de la canción: la primera es el hecho de que David Rose sea su compositor (¿qué quedó de la inocencia de Gay Spirits, la ñoña canción con la que se abre la recopilación?; viva la versatilidad); y la segunda, el papel de la batería (una batería en el sentido roquero de la palabra), que convive perfectamente con la orquesta y se pega unas parrafadas tremendas (si no, prestad atención a los últimos acordes del tema).

Luego tenemos el tema de la película They Call Me Mr. Tibbs, de 1970, en la que Sidney Poitier da vida a un detective que investiga el asesinato de una prostituta. La trama no es cómica y seguro que tampoco lo era la intención de Chaquito & His Band (¡joder, si es cómico hasta el nombre!), al grabar la canción. No, en serio. Ni el Chaquito éste ni Quincy Jones, responsable de la banda sonora, quisieron producir un tema risible. Estoy convencido. Pero el paso del tiempo hace estragos y lo que en una época es lo más in treinta años después te hace morir de risa.

Y si no que se lo digan a Juan Carlos Calderón. Éste pertenece a la saga de autores españoles de jazz-funk orquestal, junto a Alfonso Santisteban y el inconmensurable Augusto Algueró. Mafioso es un temazo que hoy puede resultar cómico, pero que sin duda es altamente meritorio.

Volviendo al tema de Chaquito, al margen de la sonrisa que nos haga esbozar su audición, es una maravilla: metales estridentes, órgano hammond, parece mentira que sea un tema sólo de 1970: esto es setentismo en su máximo apogeo.

Y el de Juan Carlos Calderón tiene una guitarra funkilona y un bajo saltarín apoteósicos. Es un tema riquísimo: órgano, percusión, coros, orquesta… hasta una mandolina, quizá con la misión de evocar el oscuro origen mediterráneo del protagonista de Mafioso. El talento de TVE al servicio de la moda (extranjera) imperante. ¿Franco no se dio cuenta de esto? La verdad es que el Generalísimo ya no estaba para muchos trotes.

Max Greger introduce la recopilación por el camino del rhythm'n'blues. Soul House, aparentemente compuesta por Lex Humphries, está magníficamente interpretada por esta big band europea, la mejor jamás formada según cuenta la leyenda. Greger era alemán y se rodeó de músicos de toda Europa con los que tenía que hablar en inglés, pues pocos de ellos sabían alemán, formando una big-band a la altura de las mejores de USA. La televisión pública, en este caso, también fue la mecenas de esta orquesta. Y es que esto daría para una tesis doctoral: papel de las televisiones públicas en los años 60 y 70 en el florecimiento de formaciones musicales de calidad.

Aunque lo parezca, Pure Cane (a cargo de Sugarman Three) no es un clásico de los setenta. Dicho técnicamente, no pertenece a la era funk sino a la oleada retro-funk de finales de los 90 y principios del 2000. Los dos temas siguientes se extraen de las recopilaciones del sello Blow Up, que se nutre de grabaciones sesenteras y setenteras de la BBC para radio y TV (volvemos al patrocinio público).

La predominancia del bajo en el último de los cortes me dio la idea de cambiar de tercio en la recopilación. Tras Teenage Chase metemos a The Clash y, como diría Alfonso Guerra, a esta recopilación ya no la conoce ni la madre que la parió.

Como resumen de los primeros diez temas podemos decir que la reco arranca en los años cuarenta desde premisas inocentes y orquestales (Rose); después mantiene la orquestalidad, pero su inocencia se va corrompiendo, pasando por varios estadios: vigor (Schifrin), exhibicionismo (Barry) e impudicia (Loss); a continuación la orquestalidad también se intoxica con la presencia de instrumentos ajenos (batería, bajo, guitarra, órgano…) y de tendencias contemporáneas (rhythm'n'blues, funk…) que terminan por excederla y hasta extinguirla.

La segunda mitad de la recopilación son otros diez temas.

La canción de The Clash The Guns Of Brixton es una de mis favoritas dentro de esa piedra angular que es el London Calling de 1979. Como curiosidad, es la única del álbum compuesta por Paul Simonon (a los de Columbia se les fue la olla y ponen en los créditos Paul Simon!!!). Es un reggae muy personal, con letras de confrontación social y una actitud claramente punk en el vocalista. Cuando el bajista es el autor de una canción se suele notar, y aquí ocurre esto.

De ahí pasamos a un reggae más puro, con los Mussington Brothers, que versionan el clásico de John Lennon Imagine. Estos caribeños son capaces de inundar de alegría hasta la mayor de las melancolías.

El reggae está emparentado con dos géneros musicales: el dub (por la parte más ambiental, lenta e instrumental) y el ska (por la parte más acelerada, bullanguera y radical). Los dos temas siguientes son de dub, ese estilo musical cuyo origen son las caras “B” de los singles de reggae. Para no resultar academicista, me limitaré a subrayar una sola característica del dub (inconfundible): que la voz humana sampleada se convierte en un instrumento más. Esto es fácil de apreciar en el tema de Fermín Muguruza.

No sé por qué los ambientes underground y radicales son tan proclives al reggae. Supongo que para esta gente Jamaica, Bob Marley, el Che Guevara y la marihuana están juntos en el mismo saco. El comienzo de ese maridaje lo tenemos en el punk (ya hemos visto cómo The Clash flirtearon con el reggae, y eso que The Guns Of Brixton puede ser uno de los exponentes más disimulados de ese flirteo).

Y en España tenemos a Fermín Muguruza (si me lee me mata, por lo de España). Al líder de Kortatu le encantan el reggae, el ska, el dub y The Clash. De hecho, ha versionado como mínimo dos temas del London Calling (Jimmy Jazz y la propia The Guns Of Brixton). La verdad es que no puedo más que alabarle el gusto. Además, el tío no es tonto: para mezclar su tema Urrun Dub se ha pillado al Mad Professor, que es una eminencia en la materia (y, bueno, decir que se lo ha pillado para que se lo mezcle, tratándose de un dub, es como decir que se lo ha pillado directamente para que se lo grabe).

Si hay otro monstruo del dub aparte de Mad Professor, de King Jammy y de King Tubby, ése es Lee 'Scratch' Perry. El tema Hole Of Death de Perry sigue al de Mad Professor y si pegan uno a continuación del otro no es de extrañar, pues ambos artistas son tan afines que llegaron a grabar juntos en una ocasión.
La siguiente canción es Kingdom Come, de Godflesh. Esto es dub maligno. La voz susurrante del cantante parece amenazar con la llegada del juicio final. Y todos los efectos dub van en la dirección de atormentar el ambiente.

A Godflesh les siguen Download (el que quiera hacer una búsqueda de este grupo con el Google lo lleva jodido). Download practican un downtempo minimalista y experimental, con abuso de la electrónica y guiños tanto al drum’n’bass como al dark ambient.

Amparado bajo la misma oscuridad fluye el drum’n’bass, ya evidente, de Happy Campers, con el tema No Mind. Atentos al cambio de Download a Happy Campers porque encontré unos acordes tan parecidos en ambas que parece que la mezcla está hecha en estudio.

E-Z Rollers (Synesthesia) le dan un poco de vidilla a la cosa. Su ritmo es más rápido y agresivo. Drum'n'bass radical (no para los fans de culto del jungle, pero sí para el público en general al que van dirigidas estas recos).

El tema de Plateau es intrigante y más experimental aún que los anteriores. Al final su ritmo se vuelve totalmente lineal y admite ser mezclado con un tema house.


En efecto, la última pista del disco es un tema clásico de jazz-house a cargo de Dennis Ferrer, uno de los grandes fichajes del sello Large. Palisade Park supone un alivio después de la fricción de Chateau Plateau. Volvemos a los orígenes: jazz-funk, hammond y una trompeta portentosa, la de Leron Thomas, que es un auténtico músico de jazz en activo que, al margen de estas colaboraciones discotequeras, se dedica a dar giras con su quinteto.

La segunda parte de la recopilación ha sido mucho más actual, electrónica y vanguardista. Comenzó de la mano del reggae, el punk y el dub, para ensombrecerse después con dark ambient, downtempo experimental y drum’n’bass, volviendo a mostrarnos la luz al salir del túnel con un tema de elegante y luminoso house al estilo más tradicional.

Al final, si sirve para algo esta recopilación, igual que todas, es para proclamar la grandeza de la música, su variedad y calidad, y descubrir los extraños compañeros de cama que puede uno encontrarse a lo largo del camino.
Octubre de 2004